Debo confesar que, a pesar de tener una preferencia irresistible por la escritura, pocas o muy raras veces viene a mí un chispazo de lucidez que me permita crear una obra de tal extensión como la que actualmente tienes en tus manos. Para ser exactos, han sido siete años de sequía creativa, de no ser por el hecho de tener que escribir cuentos y/o relatos destinados a la acreditación de alguna materia de aquellas conocidas vulgarmente como “de relleno”, y por motivos de ocio no hacer nada más que poemas, que aderezarán durante todo el relato la experiencia sensitiva del lector.
De acuerdo a Alvin Toffler, la historia económica del planeta contempla tres hitos u “olas”, de acuerdo a su obra: la “Primera Ola”, marcada por la revolución agrícola y su subsecuente impacto en la transformación del mono en hombre -citando a otro clásico, Frederich Engels-, la “Segunda Ola”, determinada por la revolución industrial y la mecanización del trabajo, y la llamada “Tercera Ola” basada en los nuevos sistemas informáticos y estableciendo una nueva moneda de cambio en el poder financiero: la información y el conocimiento.
En este contexto, cabe preguntarse ¿cómo ha ido evolucionando el conocimiento y la concepción del mundo a lo largo de las generaciones?; así, nos encontramos ante un caldo de cultivo donde convergen conceptos tales como Dios, alma, existencia, conocimiento, método, sistema de organización, etcétera. Para intentar dilucidar dichos conceptos, el hombre comenzó a indagar, a pensar y a reflexionar. Así surge la madre de todas las ciencias: la filosofía.
Empero, en un ambiente donde parecen imperar los valores monetarios y la acumulación de capitales, dicha tarea puede antojarse como una perdida de tiempo, sólo por el simple hecho de que no es “redituable” económicamente. Pese a ello, aun queda un núcleo de seres pensantes que tratan de descifrar quienes somos, a qué venimos, por que existimos.
Pongo un ejemplo burdo. En estos momentos estoy viendo un partido de futbol; en este instante me pregunto: ¿Cómo llega la señal del televisor a mis ojos? ¿Cual es el mecanismo “oculto” que hace que los jugadores se muevan tras el balón?, y voy más lejos: ¿Cómo evolucionaron los estertores del locutor comparados con los sonidos guturales de nuestros ancestros?. Estas y muchas más incógnitas nos son aclaradas por la ciencia, cuyos hilos evanescentes de manera inevitable nos conducen al pensamiento filosófico que permitió su planteamiento.
Para finalizar, cabe señalar que esta obra no trata de ser una burda copia del Mundo de Sofía que, dicho sea de paso, se convirtió en fuente de inspiración para el modesto guiñapo de letras que ves ante tus ojos-, sino que intenta exponer una teoría muy personal del autor: todos los seres humanos, independientemente de su condición tienen un filósofo por dentro, sólo es cuestion de cuestionarse a si mismo para resucitarle.
Todos los que escribimos somos ladrones de ideas y palabras; Muchos piden como rescate una remuneración económica o la satisfacción de intereses ególatras. Yo solo pido a cambio tu atención.
Homero Francisco
La Paz, Baja California Sur, 28 de marzo de 2007.
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